Paranoia Blues es muy hermosa para mi. Su manera de hablar acelerada con la mandíbula contraída y aquel suyo explotar de repente en risas exageradas dejan un sabor muy sensual.
Desde que la conocí estudia Medicina. La conocí hace unos 16 años atrás. Lo que la atrasa tanto en conseguir su licenciatura no es su incapacidad, al contrario; es el hecho de que cada enfermedad que estudia a Paranoia Blues se le pega… Se la pasa buscando y encontrando en si misma todos los síntomas que acaba de estudiar.
Tanto tiene miedo de enfermarse que naturalmente se le volvió una fatiga el comer, simplemente no puede, su garganta se cerró, hace años, por miedo a infecciones alimentarias y/o respiratorias. Ya no hay cenas con amistades por Paranoia Blues. La alimentación para ella es una rutina privada y pesada, con calditos o a lo máximo cremitas de quesitos blandos, todo a cucharaditas, y cada una le cuesta largos minutos de duro trabajo. De veras.
Paranoia Blues es muy simpática, cuando me cuenta sus historias pienso que la paranoia sea la más alta de las invenciones humanas ¿quién más la tiene? a lo máximo algún perro, por hacer feliz su dueñ@. La paranoia de veras es una obra de arte: el ver como un agradecido día normal se puede de repente volver una tragedia extrema por la simple entrada de un mosquito por la ventana… ¡cómo! ¿no sabes que del extranjero vinieron por avión mosquitos tigres? ¿o aún peor mosquitos infectados con la Fiebre Dengue? Y no hay modo de regresar a la quietud o a la normalidad. Ni matando el mosquito. El día ya se fue, lo bueno es que mañana hay otro día.
Cuando hacíamos el amor… ¡que mujer!... pero varias veces ella lanzaba un grito, uno particular, entre los muchos gritos de placer que lanzaba, ya que se expresaba muy bien en la cama; hablo de un grito de terror: ¡se rompió el condón!
Por supuesto su más grande fobia es el Sida, ¿o la Toxoplasmosis? No se puede agarrar nada del piso, ni tocar las hojas las flores o las plantas de la naturaleza, porque en donde que sea puede haber miado una rata, contaminándolo todo por supuesto con la toxoplasmosis, misteriosa terrible enfermedad. ¿Estas loco? me decía cuando yo tocaba cualquier cosa. Sí la toxoplasmosis compite con el Sida, pero el Sida me molestaba más, ya que yo tenía en seguida que decirle: no el condón no se rompió, a ver a ver hay que chequearlo bien, cada rato durante cada maravillosa vez que hacíamos el amor como dioses.
Cuando un día llegó a pedirme de ponerme dos condones, uno encima del otro ¡por seguridad ya sabes que tan fácil pueden romperse! pues decidí que había llegado el momento de hacerme un test por el Sida. O sea yo el Sida no lo tengo, ni algún virus o enfermedad que se pueda transmitir sexualmente, pero ella no lo creía no confiaba, y decidí hacerle este regalo: me hago el test y la pongo tranquila.
Así que una mañana voy al hospital temprano, me saco la sangre y se la dejo. Después, feliz, le hablo a Paranoia Blues: ¿Y la respuesta? Ya sabes que no dan la respuesta en seguida, me dijeron que regresara en ocho días por ella. ¡Aaah! ¿estas loco? ¿porqué me lo dijiste? ¡Van a ser los peores ochos días de mi vida! ¿cómo piensas monstruo que yo pueda dormir o comer ahora sin conocer la respuesta? Pero querida… antes era igual… ¿como puedes pensar esto, monstruo, como puedo vivir yo? ¡Ahora va a ser un infierno!
Y de hecho fue un infierno en esos ochos días… bien solo hubo un pequeño relajo cuando por parte de la Universidad tuvo que estudiar la tuberculosis y su atención se centró en el análisis de la saliva, continuamente buscando trazas de sangre en ella. Por lo menos no era mi culpa.
Eventualmente los ocho días más largos después de los de la Creación se acabaron y yo pensé bien, conociéndola, llevarla conmigo al Hospital pa’que viera con sus propios ojos que el papelito con la respuesta al test del Sida venía del Hospital y no de mi impresora. Entramos, hay asientos libres, la invité a sentarse para enfrentar tanta emoción, y fui a la ventanilla donde una empleada de veinte años me dio un sobre cerrado. Se le entregué en sus manos pa’que lo abriera. Pálida, pobre, con manos temblantes Paranoia Blues abrió el sobre, sacó el papelito y lo leyó. Una sonrisa… negativo, dijo. Wow, salvo, y soñaba ya merecido sexo natural y sin golpes cardiacos.
Pero… ¿porqué estuviste tan tranquilo? Ya te dije que no tengo Sida ¿y como sabías… ya que el sobre venía cerrado? Siempre supe, siempre te dije que estoy sano. No, y su cara se obscurece, y no es una nube, es una tormenta tropical, y de repente un relámpago en sus maravillosos ojos ¿porqué le dijiste chau? ¿chau? ¿y a quién? A la empleada de la ventanilla. ¿Y que? ¡Se le dice buenos días, no chau! Oye tiene veinte años puede ser mi hija. ¡No, estuviste de acuerdo, estaba todo arreglado! Y llorando se corrió del Hospital.
Unos días después me llamó por teléfono: Estoy en Londres, dice ¿y que haces en Londres? Acompañé a Gastón. ¿Gastóoon? Sí Gastón, es muy simpático Gastón. ¿Gastón… el director de la sucursal nacional del Banco Mundial? Si él, Gastón. Pero… si todos saben que Gastón tiene Sida… ¿Sabes qué? Ya que me tengo que morir de Sida… mejor con él que tiene millones que contigo que no tienes ni uno…
Rodolfo de Matteis, a 23 abríl de 2010