GOA_INDIA 9.0
Agua es Vida, agua es todo, el agua es la única cosa que nos queda aquí en la cárcel de los Reis Magos en Goa. En Fort Aguada hacen alcohol fermentando naranjas, aquí no, aquí tomamos agua, pero no es solo lo que bebemos: Agua es Vida. Poder lavarnos, poder tirarse el agua fría encima es una de las poquitas cosas que nos tienen conectados con la Naturaleza. El Fuego lo podemos prender solo a escondidas, una pequeña llama naciendo de trapos mojados en aceite vegetal dentro de un viejo bote de leche condensada que saca un humo sucio y grasoso que se apega al techo de la celda, más y más negro. El Cielo lo vemos solo media hora por día, o trepando como changos en el zoológico para alcanzar la ventana alta y a través de un antiguo muro espeso de metro y medio mirar el mar afuera agarrados a las triples rejas, changos cansados. La Tierra, la tierra es este piso duro y frío contra el cual dormimos. La tierra es todo: asiento, mesa, cama, escritorio, pista de carrera, campo de batalla y otra vez tumba de cada noche, y para algunos también de día. Madre que nos acompaña nos acoge entre sus brazos en aquel dulce olvido, único recuerdo del abrazo de la madre de la compañera de la vagina y del culo; en la penumbra del día o en las luces de neón que nos torturan por la noche la tierra es el sueño, el olvido, la paz.
Nos queda solamente el Agua. El agua que podemos tomar, agua con el cual podemos lavarnos, lavar las cosas, agua en un enorme tinaco de cemento en los baños de día, agua bonita tanta agua. Mientras que por la noche una vez que las guardias cierran los baños nos queda solamente aquel enorme bote de plástico verde, que me da un poquito de asco ya que hay una sola lota de plástico con la cual sacar agua del bote, el mismo contenedor que la gente se lleva al rincón-escusado nocturno para limpiarse el culo, lo mismo con el cual lavarse las manos después de cagar, lo mismo desde el cual tomar. Una cosa buena que hizo Huve fue de comprar otra lota de plástico, explicando bien a todos que una era para tomar y otra para limpiarse el trasero, pero el milagro de higiene duró unos días apenas, pues se confundieron las lotas, pues regresó a existir solo una: la misma vieja lota quebrada.
El agua no viene sola, aquí no hay tuberías que la lleven. El Agua se tiene que traer desde abajo, debajo la loma en la cumbre de la cual está el Forte hay un pozo; cada cubeta llevada a mano por una abrupta subida que sin carga se hace en diez minutos. Una cubeta a la vez, en un trabajo que dura horas y horas cada mañana con el subeybaja de los prisioneros escoltados por las guardias. Según la ley indiana no se puede imponer algún trabajo forzoso a los prisioneros y así cada día por la mañana temprano cuando muchos prefieren dormir vienen las guardias a buscar voluntarios para ir a traer el agua, naturalmente solo entre los de confianza ya que se trata de hecho de salir de la cárcel, fuera de sus antiguos enormes muros y de la compuerta vigilada que los cierra, e ir a la calle donde, aún si sin esperanza, sería siempre posible intentar una huida.
Yo, que hace rato era entre los vigilados especiales en la pequeña y fea celda de punición, pasé ahora a ser entre los de confianza… aún si el director como todos saben bien que podría hacer cualquier cosa por huir, si fuera la única manera de ganarme la libertad; seguramente saben como aún saben que ahora no es el momento, y que soy tranquilo, confiable, sobrio. Así, después de meses de juzgar los voluntarios del agua como gente trabajando duro y gratis por la maldita prisión, un día también yo voy. De todo modo es una manera para salir, por la mañanita cuando adentro es oscuro, una vez que a las seis apagan los neones y nos dejan todo el día en la penumbra, y se parece un cementerio con todos estos cuerpos tirados a dormir, más bien algunos a fingir de dormir, fingirlo con ellos mismos, para no despertar a otro día de prisión.
Ir por el agua es una manera para ver al sol ¡el Sol! y el cielo y un tramo de calle, para hacer un poquito de ejercicio, mover las piernas, llenar los pulmones, airear el cuerpo y el alma, y aún el corazón saludando aquellos grandes y verdes arboles que crecen ahí y que ya vieron siglos de humanas miserias.
Así una mañana voy y bajo con los demás la subida, todos con cubeta en la mano sonrientes que parecemos Ay Ho Ay Ho Silbando al Trabajar de los Siete Enanitos pero en vez de Blanca Nieves hay guardias armados escoltándonos, en cualquier caso sonrientes…
¡Milagro! Hasta se ven algunas mujeres por la calle, ya son las ocho, que andan por sus mandados y nos miran sonrientes.
El pozo está bien grande, un cuadrado de antiguas piedras rectangulares, alguna ya desmigajada por los siglos, que medirá unos tres metros y medio de lado, y el agua llega casi al nivel de la tierra tanto que hoy no se necesitan cuerdas para jalar las cubetas llenas del precioso liquido de la vida, y muchos simplemente se arrodillan en la orilla del pozo y agarran el agua directamente extendiendo el brazo con la cubeta. La ocasión es única y bendecida, no aguanto, no lo pienso ni un momento y fingiendo deslizar me tiro. ¡Dicha! Bajo el agua, aún vestido el agua está abrazando mi cuerpo acariciándome eróticamente por todas partes, besándome nutriéndome refrescándome, cada poro de la piel bebe con avidez después de tantos meses sin una inmersión, solo algo que se parece remotamente a regaderas. Por fin nado en las profundidades del pozo dando piruetas. Amo las aguas dulces, siempre voy por lagos, ríos, cascadas. Y ahora aquí, en este abajo, adentro de las entrañas de la tierra con el agua fresca y oscura del pozo, compuerta del Inframundo; se me parece parado el tiempo, sin fin, glorioso tiempo robado a la prisión, regaládome por el mundo de abajo, por la matriz húmeda de la madre, que agradezco, que me regresa a la vida, la dicha, la emoción que regresa, emoción de vida, flotar en el océano de leche como Vishnu, el dios que conserva al mundo salvándolo cada rato, batallando en contra de su consorte Shiva el destructor, y en contras de las bramas de Brahma, el creador, en una lucha que es amor sin fin.
Y regreso pronto a la superficie, antes que alguien tenga que lanzarse a salvarme, y de hecho están todos ahí alrededor del pozo, rostros asomados en aquella puerta del cielo, rostros befándose, envidiosos, rostros de los guardias y de los prisioneros fingiendo que yo haya caído, aún si nadie lo cree, pero nadie lo dice, no se tiene que decir, algo que se sabe pero no se dice. Y sus manos me jalan arriba y afuera, y yo tomo asiento en las piedras del pozo goteando a secarme, fiero y ganador, en la sombra de aquellos grandes árboles centenarios, relax revitalizado y sonriente.
No lo hago siempre, solo cuando se me antoja, muchas veces solo voy tranquilo a traer el agua con muchas paradas en lo largo de la abrupta subida; pero aún sin zambullirme adoro el agua desde la orilla, me espejo, le meto la mano adentro, agua viva agua de pozo asombrosa agua de Goa.
GOA_INDIA 9.1
Otra historia de agua es el monzón, cuando llueve a chorros día y noche sin parar, a veces toda una semana. Las cárceles se llenan en la India durante la temporada de lluvia. Muchos de los que duermen en la calle cuando llueve logran de ser atrapados por un crimen menor que valga apenas los dos tres meses de monzón, y así se la pasan techados. Normalmente por robo.
En un país con tanta hambre el robo es casi legal, y vale dos meses de prisión apenas. El yugoslavo con el cual transcurrí casi todo mi primer mes en el judicial lock-up de Mapusa cumplía una condena de dos meses por robar en un banco, mientras que yo arriesgo veinte años por una bolsita de polvo blanco, producto nacional vendido por políticos y respetables hombres de negocios.
Y así siguen condenando a los rateros a dos o tres meses, que pueden subir a un máximo de seis solo si hay alguna circunstancia agravante, aún si el crimen uno lo repita habitualmente; mientras por droga si te agarran por segunda vez, después de haber cumplido tu sentencia, hay pena de muerte. Fue el precio pagado por la India al pasar de la esfera de influencia soviética a la americana. Fue cuando murió Indira Gandhi, hija de Jawaharlal Nerhu, el fundador de la India independiente tal vez más que Mahatma Gandhi. Ella se casó con uno que tenía por apellido Gandhi para engañar al mundo, pero no era la hija de Gandhijí, la Gran Alma, si no de Nehru, el gran político pragmático y socialista. Pero cuando sus mismos guardaespaldas la mataron, años después que su primer hijo Sajay, el heredero oficial, hábil político anti-imperialista tercermundista y socialista como su abuelo, murió en un misterioso incidente de avión, que me recordó tanto a lo de Lin Piao; las riendas de la nación pasaron al otro hijo Rajiv, marido de Sonia Bisleri, bien conectado a las transnacionales, primeramente refrescos: y de un día al otro la odiada Coca Cola, invadió la India. Y, cual otra condición por el cambio, Ronald Reagan impuso a la India, país donde las drogas son sagradas y la marijuana es parte de las ceremonias religiosas como el vino para los cristianos, una de las peores leyes anti droga de todo el mundo.
En cualquier caso no son todas miel sobre hojuelas las vacaciones que los ladrones se toman techados en la cárcel durante la temporada de lluvia: primeramente los policías les rompen la madre. Una vez llegó un chavito que no podrá correr nunca más ya que los policías le habían cortado los tendones de Aquiles, arruinándole así por siempre su carrera de ladrón tironero.