SIEMPRE VIVE KILL BILL
Se fue Bill de Kill
no pudieron el black mamba
ni los tantos enemigos del monje shaolín
por fin sus mismas honorables manos
lo ahorcaron a un hotel de Bangok.
He llorado hoy por David Carradine,
como Jack Kerouac lloró cuando falleció su gato,
y Gilberto Centi cuando se fue Jack Kerouac.
Me encuentro parte de una banda de crudos llorones
sobras de suicidios interruptos, o tal vez solo aplazados
cuyo encabronamiento autodestructivo se para, apenas,
para permitir a los ojos tan vivos y dulces de un filosofa de acecharme
y regresarme así la fuerza las ganas de vida la luz que nunca
había perdido.
México Tenochtitlan, a 5 de junio de 2009