ME HABLAN LOS MAGUEYES
El Mezcal



¡Arena reseca! polvo del desierto que me cubres en un rato
y me sepultas de todo en unos días
si me tiro en esta árida tierra roja, garganta reseca, borracho
olvidado yo, que me olvido de olvidarme de ti, mi amor.

Mi corazón viejo y espinao llora sangre y locura regando el desierto
cuando, desde el corazón de la tierra, embotan las hojas del maguey.
Su espina se para ahí a un centímetro de mi ojo rojo y polvoriento
y despiadada me habla de soledad, de fuerza, de libertad.

El volcán nos traga a todos en un respiro solo, si así quiere
y nos deja estatuas, esculturas de tierra y fuego
ahí para siempre a mirarlo con ojos abiertos sin nunca dormir.
Ahí mero, en la costa del volcán, crece el maguey fuertes sus raíces
profundas en la tierra que quema, y a cerca, las casitas del hombre.

Ahí viene el lagarto de mil colores y me mira travieso
mientras su garganta sube y baja, sube y baja, sube y baja
tragando su mundo y su sangre fría no se seca,
paralizado yo clavado en el piso garganta reseca
borracho de día, por la noche las ratas se me quieren comer los huevos
me despiertan sus dientecillos en mi mezclilla
¡aullidos de coyotes!

Acabada mi botella, me como el gusano, sabroso a mezcal
y ahí me quedo botella vacía yo mismo, esta nariz rota y sangrienta
¿cuándo, donde, como pasó?
Todavía chifla en mis oídos el golpe con la piedra dura que me abrazó.

Desde este valle encantado me hablan los magueyes
Me hablan de una vida tan fuerte que nunca se seca
me hablan del espirito que tenemos a dentro ¡y pa’ fuera!
y que nunca muere
me hablan de encarar el tiempo que llega
así, sin más razón.

Me hablan los magueyes de ti hormiguita
que me picaste en el profundo del alma y que por acá siempre andas
en el desierto de mi borrachera solitaria, de mi cruda infernal
nunca me olvidas, y si me olvides, no te olvida el mezcal.

Desde este valle encantado me hablan los magueyes:
me hablan de cómo donar mi aguamiel, a ti hormiguita.
Alacrán que me picaste aquí ¡pa’ curarmela!

Gracias a ti Luna que vienes y me dejas bañar en tu blanca luz, y beberla,
coyonotle que me acechas con tus espinas ¡perros!
¡Veneno del maguey, gracias!
Gracias por hablarme de vida, de risas, de fuerza y dignidad.
Gracias a esta vaca que por la mañana me mira con sus ojos grandes
tan grande ojo de vaca que es el tanque en donde me baño con ti
mujer encuerada.

¡Ay Maguey!  Manantial de la vida
que mágicamente aún existe en este corazón viejo y espinao
mientras que desde la tierra embotan las espinas, las hojas de maguey
y su quiote, su corazón de aguamiel que se me dona, y me regala otro día.

Y ya me parece que hagan el amor y el águila y la cascabel
y se unen y sacan de mi la locura y este deseo tan incansable de morir que tenía
antes, antes de que me hablara el maguey y la medicina y tu mi amor
pa’ decirme en silencio que todo esta aquí
en este momento agradecido en este ensueño, por chiquito que parezca
en esta espina de maguey tan acerca de mis ojos
pa’ acordarme siempre de tragar la luz.



Carretera San Luís-México, a 18 de enero de 2008