DEL JARDIN A LA ESCALERA, BAJANDO

 

Venía yo de mi refugio
denso matorral bien escondido
a pesar de estar rodeado de casas
justo en el centro de Oaxaca
el jardín sucio y salvaje
(largas lianas bajando de los árboles
hacen muy difícil el avanzar)
teatro de mis practicas prohibidas,
mis charlas con el aliado,
grandes inyecciones de coca y ero,
con el cuyo auxilio también aquel día
desgarré el tejido de la realidad
llevando mi mirada ahí
donde casi nadie puede:
monstruos deformes, raros híbridos,
grifos, demonios y caballeros en armas
fueron mi compañía.

Juntos formábamos un círculo
antiguo como el mundo,
pero lleno del dolor
la extraña compañía comunicaba
ahogada como era en la nostalgia
y en los maniáticos alaridos silenciosos
de las inenarrables torturas
que me veían tan victima como verdugo.
 
Hinchado y soberbio por mis habilidades
iba bajando las escaleras de roca
que unen mi refugio al callejón
donde no se sabe justo cuando
la ciudad trepó contendiendo en vano
algunas pulgadas más del mágico jardín.
Rebasado el confín
ya caminaba sobre el concreto
y justo ahí a la derecha
lo veo, o mejor dicho me veo:
¡que soy yo, de carne y hueso!
ese escombro de hombre que desesperado
arrancándose los cabellos llora
en contra de toda esta responsabilidad
gritando: ¡no la quiero!

Pero con una mirada de desprecio
seguí por la bajada
injuriándolo también al mezquino
fiero yo que sus problemas
no fueran también los míos.
 

Un año ha trascurrido
y mi vida sigue
igual solo en apariencia
ya que día tras día la desesperación
insinúa sus tentáculos adentro de mi espíritu.
La aliada coca me pide siempre más, y aún más
pero ya no logra darme aquel para que
día tras día firmo otra vez el trato
y habla, habla y habla en mi cabeza.
Con su lógica pervertida imita
las voces de la gente mía querida
con la cual yo amo siempre comunicarme.

Ya no hay majestuosas visiones cósmicas
ya no más mis discursos sorprenden
atentas asambleas planetarias,
ya no más ángeles volando arriba de mi,
ya no más mis dotes son útiles
para solucionar crisis galácticas;
y me arrastro cansao, paranoico y de prisa
empujado solo por la necesidad del pan y del vino
en un pinche mundo de demonios y réprobos.

Bien consciente del peligro
me inyecto medio gramo aquí
sentado en un escalón de concreto
en la cercanía de aquellas casas
donde se anidan presencias oscuras
(no grandiosos maestros de la sombra
solamente hechiceros corrientes
que vendieron su alma por aquel poder
que ahora tiene que robar a los transeúntes)
¡Ya! ¡ya basta! ¡ya no aguanto más!

Me arranco los cabellos y
Sin cuidarme de despertar a los vecinos
en esta noche oscura y sin estrellas
en la luz enfermiza de un farol
grito, grito y grito
a las potencias mi desesperación,
mi cansancio, mi lejanía
de una lucha que ya no tiene más sentido
y de la cual ya no aguanto más
la responsabilidad.

La palabra explota, inesperada
como una atómica en mi cabeza
las lagrimas se me secan sobre las mejillas
para dejar espacio a escalofríos de terror
y no tengo el valor de pensar
en dar vuelta atrás para verme a mí mismo,
hinchado y soberbio por mis habilidades,
pasar por ahí menospreciando mis debilidad.

 

Rodolfo de Matteis, Oaxaca 2001