En la noche alumbrada apenas
Por la vívida luz de las estrellas
Impávidamente cerro los ojos
Y ya no estoy en mi jardín
El horizonte se me abre enfrente
Esplendido en los colores del desierto
Línea de fuego que no permite
A cielo y tierra de confundirse
A la vanidad de alucinarnos
A los fantasmas nocturnos de ir
A molestar la paz de los murientes.
Una mujer amamanta a su bebé
Fuerte en su humildad
Sentada sobre la Tierra
Amantada en roja ropa.
La silueta de las yucas
Se recorta como asombra en el cielo
Al norte los cerros besan las nubes
Mientras la neblina se levanta en el sur
Y puedo así contar las piedras
Y los céspedes nacidos de la arena
A pesar de que no haya sol en el cielo ni luna
A alumbrarnos, ni fuego en la tierra.
De la luz persigo yo el fluir
Asombrado yo por tan misterio
Como arriba para un río voy subiendo
Rápidos de oro hacía su manantial y:
¡No es juego lo del Agua con el Fuego!
Yo soy la fuente, no hay otra luz
A lograr que sea visible la escena.
De este la fuerza corre cualquier miedo
Los innobles, monstruos y asombras
Se van a quedar calladitos
Que en las tinieblas llevamos la luz.
Rodolfo de Matteis, a 28 de noviembre de 2001