AMANECÉR


La hora magica por excelencia
en todo este mundo
se tiñe en Oaxaca de colores
una(s) octava(s) más altos
que en otra parte.
Se siente con claridad
que las fuerzas misteriosas
ponen mano a la obra.

El cielo empieza a transmutar
no solamente sus esplendidos colores
si no su misma substancia,
y cuando por la noche
a riba de nuestras cabezas
teniamos un techo casi solido,
obscura lamina de lapislazuli
pespunteada por estrellas brillantes
e increiblemente mas moviles aquí,
en la madrugada la luz
que se vislumbra desde atrás
lo rinde, el cielo, transparente
pero no se trata solo de este
que lo disolve de todo y,
para un rato, se deshace su solidez.

Ya no hay mas estrellas
y aún no hay sol ...
Nada de concreto adhere
a la vuelta celeste
y es como si no exista de todo
y el camino sea libre
entre nosotros y los dioses.


Oaxaca 2000